Ph.D. Tomás Páez (2021)
Lo dicho en el artículo previo nos lleva a preguntarnos: ¿Puede hacerse una campaña electoral sin diáspora? La respuesta es, como hemos podido constatar, afirmativa. ¿Acaso ignoran quienes se han postulado y sus partidos las relaciones de la diáspora con sus familiares y amigos que abarcan los ámbitos económico, social, cultural, religioso y el político y electoral? Al parecer la respuesta también es afirmativa.
En los chats y encuentros virtuales transfronterizos de familiares y amigos, se debate el tema electoral y se analizan las fortalezas y debilidades de partidos y candidatos. La diáspora participa de manera simultánea en sus comunidades de origen y destino y, se comprenda o no, afecta la vida de los ciudadanos y el resultado de las elecciones. Parecen motivos suficientes para incluirla en la agenda electoral.
Los candidatos demócratas no solo están en la obligación de defender los derechos sociales y políticos, deben buscar los medios de poder garantizarlos. En otros países de Latinoamérica y el mundo los líderes políticos, para salvaguardarlos, han llevado a cabo importantes cambios en el marco legal y Constitucional, con el objeto de favorecer la participación en la vida pública y el fortalecimiento de los vínculos afectivos.
La diáspora conforma un gran colectivo con un inmenso potencial electoral, con ansias de representación; de ella, candidatos y partidos políticos deberían sacar el mayor de los provechos. La experiencia confirma que el debate sobre el “derecho de éxodo a ser elegido” en los parlamentos nacional y regional, está mediado por las nociones de “territorio”, “patria”y “nación”. La discusión también incluye los temas administrativos: la ubicación de los centros de votación y el establecimiento de las circunscripciones electorales. La diáspora no es ajena al gran calado de los indispensables cambios constitucionales y está dispuesta a hacer valer sus derechos.
La campaña electoral abre la oportunidad de debatir estos temas y los derechos de la diáspora a elegir y ser elegida, allí donde habita. Como afirmaba Cicerón, las fronteras nacionales son moralmente irrelevantes, más cuando las condiciones de vida en Venezuela son una ofensa para la humanidad. Unos pocos aspirantes de la alternativa democrática la incluyen, algunas candidaturas con argumentos desconectados de la realidad y expectativas del éxodo. Expectativas y realidades dispares en cuanto al número, las razones y los perfiles de los migrantes, obligan a segmentarla a fin de evitar definiciones y generalizaciones inadecuadas.
El Presidente del BID, Mauricio J. Claver-Carone nos advierte, “la evidencia demuestra que la mayoría de los migrantes, refugiados y retornados en la región tienen edad de trabajar y, cuando se les brinda la oportunidad, contribuyen de manera positiva a sus sociedades de acogida con nuevas habilidades, redes, modelos de negocios y espíritu empresarial”. Añadimos, su contribución se expande a las localidades y regiones de origen; con ellas la diáspora mantiene un profundo apego, el cual se manifiesta en todos los frentes: económico, político, social y cultural.
Por su parte, Hamdi Ulukaya, inmigrante turco afirma, “Cuando los responsables políticos toman medidas para ayudar a los refugiados, cuando las reglas y regulaciones permiten que los refugiados accedan al trabajo y permiten la participación de empresas privadas, encuentro cada vez más directores ejecutivos, empresarios, grandes empresas y marcas dispuestos a participar en el tema”.
Huelgan los argumentos para justificar la trascendencia de las políticas de regularización, el papel integrador de la empresa privada y la cohesión social propiciada por el derecho a trabajar. En ellos encuentra sustento la inclusión del tema migratorio en la agenda política de regiones y países. Los migrantes aportan conocimiento de mercados e inversionistas, están en capacidad de identificar nuevos mercados, aliados e información acerca de distintas fuentes de recursos para ejecutar proyectos de impacto regional transnacional. Poseen información privilegiada fundamental para los procesos de transnacionalización de las empresas, en particular las PYMES, contribuye a reducir los costos del comercio internacional y es un actor clave en los procesos de integración regional.
La diáspora y los distintos segmentos que la integran conforman un mercado para la exportación, importación y comercialización de bienes y servicios de sus regiones de origen y destino y, por ende, es fuente de desarrollo. Han creado empresas y organizaciones empresariales de carácter binacional, proyectos de emprendimiento e integración local y ecosistemas de emprendimiento regional. Conscientes de ello, organizaciones e instituciones de la sociedad civil, en regiones del país, llevan adelante, desde el año 2016, diferentes iniciativas con el fin de conectarse con sus diásporas.
El punto de partida de tales iniciativas es el reconocimiento de la diáspora como un activo, una reserva internacional cuyo apego a sus regiones y sectores de origen no se puede desaprovechar. En 2016 se anunció la creación de la diáspora de la UCV; en 2017 se crea el primer programa de radio y tv con el fin de relacionar a la diáspora con Venezuela; en 2018 se constituyó la diáspora de Carabobo, de la cual hacen parte gremios empresariales, universidad y cámara de industriales. En el año 2020 se designaron los responsables de las diásporas de los Estados Carabobo y Zulia.
Estas y otras iniciativas en marcha han contado con el liderazgo de las academias y los gremios profesionales y empresariales. La capacidad para crear riqueza y empleo de estas últimas le asegura, o debería asegurarle, un lugar sobresaliente en la agenda electoral de los aspirantes. Ello mientras los candidatos del régimen insisten en el “trueque”, eje medular de su proyecto de estado comunal, y se devanan los sesos tratando de encontrar la forma de comprar en los “bodegones” o jugar en los “casinos” con media vaca o pagar la luz con una mano de cambures.
La alergia congénita del régimen a la empresa privada ha arrasado con el tejido empresarial del país, aunque de un modo dispar entre regiones. Las regiones más expuestas a la destrucción demandarán mayores esfuerzos y recursos nacionales e internacionales, financieros y humanos, y en todos estos frentes la diáspora tiene reservado un papel fundamental.
También es asimétrico el flagelo de las bandas armadas, las mini y las mega bandas, estas últimas transnacionalizadas y camufladas en la diáspora. En ciertas regiones el problema delictivo es más pronunciado y por tanto los recursos requeridos para atacarlos serán mayores. En otras, operan con desenfado los PRANES de la política; en todas las regiones se escucha a algún candidato que “considera que los coñazos” son un medio válido de resolver las diferencias y los desacuerdos.
La mezcla de ambos “pranatos” es particularmente extrema en estados fronterizos y en aquellos en los que se asesina a personas y se desmantela la naturaleza para extraer oro, coltán y otros minerales de sangre; también en aquellos otros convertidos en “lavanderías del saqueo” con los casinos y bodegones (museos con acceso negado a la mayoría de la población). A través de sus redes, la diáspora accede a instituciones y recursos para combatir estos flagelos.
Otro ámbito de intervención de la diáspora es la defensa de los derechos humanos y la democracia. Los partidos políticos e instituciones en las regiones de acogida son conscientes de este potencial, como líderes sociales, electores, candidatos y representantes debidamente electos. Las distintas modalidades organizativas del éxodo, de las más informales hasta las más estructuradas y formales, poseen capacidades de negociación reconocida por el liderazgo de regiones y países de acogida.
El ”más grande Estado de Venezuela”, de innegable interés para el desarrollo transnacional, es una espacio para la POLÍTICA en la campaña electoral. Es recomendable instalar mesas de trabajo y encuentro con las organizaciones diaspóricas con el fin de estructurar relaciones en las áreas de internacionalización empresarial, financiamiento, emprendimiento, ambiente y transición digital, entre muchos otros.
La realidad es tirana y tozuda, le impone a los candidatos la inclusión del tema de la diáspora, y eludirlo es hacer política al margen de la realidad y, en política, lo que no es posible, ajeno a la realidad, es falso. Lo más apropiado es comenzar a dotarse de información acerca del número de personas en las localidades y regiones que hoy integran la diáspora, las principales regiones de destino, necesidades, perfiles y expectativas que permitan formular políticas adecuadas, posibles y viables.
En el año 1958, cuando Venezuela era un país de inmigrantes, la Cámara de Comercio de Caracas publicó un comunicado cuestionando los prejuicios y mitos acerca de los inmigrantes que recibía el país y les pedía por igual a nativos e inmigrantes un comportamiento humano. Creemos que es este el momento de que candidatos, organismos homólogos y organizaciones de la sociedad civil, en cada una de las regiones del país, hagan un llamado a la inclusión y la integración transfronteriza de la diáspora.
@tomaspaez @vozdeladiasporavene