POLÍTICA Y DIÁSPORA EN LA NUEVA GEOGRAFÍA DE VENEZUELA. (II)

Ph.D. Tomás Páez (2021)

La diáspora es consciente del descomunal esfuerzo que será necesario desplegar para reconstruir, refundar o reedificar el país, desafío que no elude y tampoco los arredra pese a las horas trágicas, en todas las esferas, que hoy vive el país. Será necesario mucho capital humano, parte del cual se encuentra en la diáspora, mucho financiamiento, pues recibiremos un país quebrado, el concurso de acreedores y la participación de toda la diáspora que hace parte de la NUEVA GEOGRAFÍA.

La diáspora como fenómeno transnacional tiene efectos en las regiones de origen y acogida, dejar de lado alguna de ellas en el diseño de la estrategia de gobernanza es como ir al cine y salir en medio de la película; no se podrá conocer el final. La estrategia debe ser flexible y constantemente sometida a revisión y ajustes, pues la política lidia con realidades y la vida transcurre en medio del cambio y la incertidumbre.

Para el diseño y ejecución de la estrategia, reiteramos la necesidad de conocer y ocuparse de los problemas reales, en los espacios concretos en los que habita la diáspora, y valorando el nuevo capital social y las novedosas redes individuales, empresariales e institucionales construidas por los migrantes venezolanos.

La estrategia de la alternativa democrática y el ejercicio de la POLÍTICA no puede fundarse ni explicarse a partir de esa rancia fórmula teñida de marxismo, según la cual el deterioro de las condiciones económicas provocaría u obligaría a un cambio. Tal explicación causal ha sido refutada por la realidad, está demostrado; los países no conocen fondo y el mejor ejemplo de ello lo ofrece Venezuela.

Un gobierno que se sostiene, no precisamente por los logros alcanzados que no hay, ni por el apoyo social del cual carece, sobre las bayonetas que les ha permitido atornillarse al poder. Si los gobiernos cayesen por su propio peso, éste no tendría un segundo más de vida. El siglo XX venezolano fue el del esplendor: dejamos de ser un país de pobreza extrema a principios y ya en la segunda mitad del siglo habíamos superado el ingreso per cápita promedio de Latinoamérica y varios países europeos.

Durante estas dos décadas el modelo socialista se ha empeñado en el retorno a las cavernas, el trueque y la miseria. En su afán por acabar con todo se empeñan en destruir la sociedad del conocimiento y la información, con el capital humano y con las universidades y centros de investigación, que nos podrían facilitar los nuevas transiciones energéticas, ambientales y digitales. Debemos borrar la idea de un país en proceso de desmantelamiento y sustituirlo por el de Un país en reconstrucción.

Tras 22 años ejerciendo el gobierno y pese a los destrozos causados en dos décadas de barbarie, lo más parecido a la labor de quien abre un sepulcro para enterrar un país, la alternativa democrática no ha perdido la oportunidad de perder la oportunidad. Ha habido aciertos y desaciertos y propuestas improbables e imposibles y por tanto falsas, ajenas a la realidad. Desaciertos no asumidos, analizados o explicados. Los ciudadanos interesados en desarrollarse como personas, muestran toda su disposición a trabajar en un ambiente de confianza y transparencia en la gestión de los recursos y  la información.

Gobiernos de países con diáspora y hasta dictaduras, acompañan a sus nativos en el mundo. El régimen venezolano no se conforma con despreciarla y negar su existencia, les crea problemas allí donde no los había y además utiliza como pretexto para enfrentar a los gobiernos demócratas de Colombia y Chile. En la acera opuesta encontramos a las organizaciones de la diáspora, que intentan recuperar LA POLÍTICA, escuchando y conectando con las realidades y problemas de los distintos segmentos: niños apátridas, jubilados y pensionados, regularización, homologación de títulos y competencias y un larguísimo etcétera, trabajo que se traduce en el establecimiento de relaciones basadas en la CONFIANZA.

Los extremos se tocan, afirma el dicho, y lo hemos vito  cuando se produce la conjunción de las formas de mirar la diáspora, con indiferencia, prepotencia y como coartada; en todas ellas desaparecen el individuo y las organizaciones. Tal forma de ejercer la política ha creado un desapego de los ciudadanos con ella y con quienes se consideran a si mismos como sus dirigentes. Los ciudadanos que integran la diáspora son agentes activos de cambio y no están a la espera de que sean otros quienes se encarguen de nuestros problemas; la solución de los problemas, la defensa de la democracia y las libertades se nutre del perfil de los individuos y organizaciones.

Haber diluido los logros obtenidos en 2015, debería invitarnos a un hondo y descarnado análisis. No es normal perder un apoyo tan masivo en tan poco tiempo y provocar un divorcio tan grande entre la sociedad y los partidos políticos, instrumentos fundamentales de la democracia. Los datos de nuestro estudio revelan las resistencias y distancias cada vez más abismales de la sociedad con sus partidos, y ello  para nada es motivo de alegría.

He insistido en la necesidad de extraer aprendizajes de la política colombiana con respecto a la diáspora venezolana. Identificó instrumentos sencillos y posibles que facilitan la regularización e integración y brinda el derecho a trabajar, una forma de combate de las industrias de la droga, las bandas armadas de distinto signo y la trata de personas. Una respuesta política viable, posible, que responde a la nueva realidad.

La diáspora es un portentoso activo político transnacional. Los derechos a participar como electores y candidatos con independencia del lugar de residencia están consagrados en los acuerdos internacionales. Para garantizarlos será necesario realizar, en el caso de Venezuela, cambios en la Constitución y el marco legal. El volumen de la diáspora es de tal importancia que puede determinar el resultado electoral. Esto forma parte de las iniciativas de la sociedad civil y de varios representantes de partidos políticos.

En este terreno cabe aplicar aquel eslogan de una empresa de seguro, “es preferible estar inscrito en el registro electoral y no necesitarlo, que necesitar los votos y los ciudadanos no puedan ejercer ese derecho por no estar debidamente inscritos”. Este aspecto de mucho interés para las organizaciones de la diáspora debería ocupar un lugar importante en la agenda del CNE, los legisladores y los partidos políticos. Es crucial multiplicar los esfuerzos e iniciativas para impedir que queden por fuera millones de ciudadanos cuando se presente la oportunidad de participación electoral.

Contribuir a depurar el registro electoral es un aspecto de enorme significación  que nos obliga a insistir en este asunto: los partidos políticos deberían ser los primeros interesados en producirlo y denunciarlo, en caso de que no se produzca. Lo hecho en el plano de participación de la diáspora en otros países: Italia, Portugal, Colombia, República Dominicana, Ecuador, México, debe llamarnos a reflexión y al debate.

Son muchas las preguntas necesitadas de respuesta: ¿Hemos sabido acompañar a nuestros ciudadanos? ¿Hemos escuchado y atendido sus opiniones, expectativas, iniciativas y proyectos? ¿Hemos sabido aprovechar las oportunidades, pequeñas y grandes, y los espacios que nos han brindado o que hemos construido?  Solo pretendemos señalar algunas interrogantes que en algún momento debemos estar en capacidad de hacernos y responder.

En momentos y circunstancias difíciles como las que se avecinan, tendremos que reflexionar y sobre todo encontrar respuestas y argumentos que nos permitan hacer frente al desafío de hace POLÍTICA  en los planos local, regional, nacional y transnacional, en la NUEVA GEOGRAFÍA de Venezuela.

@tomaspaez @vozdeladiasporavene